Billy Strayhorn cuenta sobre un programa de naturaleza que una vez vio en televisión sobre un oso negro que quedó huérfano y luego adoptado por un nuevo padre oso. En el programa, los dos osos se separaron. El cachorro comenzó a llorar y buscó a su alrededor a su nuevo padre. Justo en ese momento, cuando se acercaba a un arroyo, levantó la vista y vio a un león de montaña listo para atacar.

La cámara enfocó al cachorro que intentaba hacer lo que hacen los osos cuando son amenazados. Se puso de pie sobre sus patas traseras y mostró los dientes. Luego, el cachorro soltó un gruñido que debería haber sacudido los árboles, pero, solo salió un chillido de cachorro de oso. Justo cuando creías que el león de montaña estaba listo para almorzar al cachorro, para sorpresa de todos, bajo la cabeza y salió corriendo en la dirección opuesta.

La cámara volvió a enfocarse y expandirse sobre el orgulloso cachorro que seguía de pie sobre sus patas traseras. Todos los espectadores pudieron ver lo que ese pequeño cachorro no podía ver: a pocos metros detrás de él, a una altura total y feroz, con sus afilados dientes blancos expuestos en un gruñido, se encontraba el papá oso. Puede que no haya emitido ningún sonido, pero estaba allí.

Strayhorn señaló que: “…aunque el cachorro no podía ver a su padre, su padre estaba de guardia, protegiendo a su cría. El pequeño cachorro tenía un poder disponible mayor que cualquier cosa que pudiera producir por sí mismo. Había un mayor poder velando por él.”

A menudo en la vida tenemos miedo. A veces nos volvemos ansiosos e inquietos. A veces dejamos que la preocupación o la confusión nos superen. Nos olvidamos de que hay un mayor Poder que nos cuida. Nuestro Padre celestial está allí.

Oremos: Amado Dios, en esos momentos de ansiedad y miedo, ayúdanos a volvernos hacia ti. Recuérdanos sacar de ti nuestra fuerza, valor y sabiduría. Concédenos la capacidad de confiar. Finalmente descansamos en tus manos. ¡Gracias Señor! Amén.

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“Porque tanto amó Dios al mundo, que dio…” comienza la declaración más familiar en las Escrituras. Dar es como el amor se expresa así mismo. Dar es de amar lo que comer significa para el hambre. La prueba de amor es que da incluso cuando no hay expectativa de una retribución. Ann Lamott escribió sobre un niño de ocho años que tenía a una hermana menor que se estaba muriendo de leucemia. Le dijeron que sin una transfusión de sangre ella podría morir. Sus padres le preguntaron si podían analizar su sangre para ver si era compatible con la de su hermana. Él dijo que por supuesto. Sometieron la sangre a análisis y fue compatible. Luego le preguntaron si le daría a su hermana un cuarto de su propia sangre, que podría ser su única oportunidad de vida. Él dijo que tendría que pensar sobre ello por la noche. Al día siguiente, les dijo a sus padres que estaba dispuesto a donar la sangre. Ellos lo llevaron al hospital; lo pusieron en una camilla junto a su hermana, de seis años de edad. Ambos estaban conectados vía intravenosa. La enfermera extrajo un cuarto de sangre del niño, el cual se le dio a su hermana. El niño permaneció en silencio mientras la sangre que salvaría a su hermana goteaba de la intravenosa hasta que el doctor vino a ver cómo estaba. Entonces el niño abrió los ojos y preguntó: “¿Qué tan pronto hasta que empiece a morir?” El amor nunca es completamente amor hasta que da – incluso cuando no hay expectativa de una retribución.

Oremos: ¡Amado Dios Cuan Grande Eres! Tu amor por nosotros en Jesucristo está más allá de nuestra imaginación más salvaje. Gracias por el pacto del arco iris de tu amor incondicional y por caminar con nosotros a cada paso de la vida. Ahora escucha nuestra miopía, nuestra inseguridad, nuestro orgullo de que podemos aprender a amar sin ninguna expectativa de retribución…como el niño que pensó que iba a morir al darle un cuarto de sangre a su hermana. Que el aliento gentil de tu espíritu renueve cada parte de nuestro ser para que podamos llegar a ser más como Jesús, en cuyo espíritu oramos. Amén.

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Recuerdo que hace un par de años, uno de mis amigos tiene una hija que acababa de empezar a tener cita con un novio. Y estábamos bromeando al respecto. Él dijo: “Cuando ella llegue a casa de esa primera cita, voy a estar sentado en el porche limpiando mi escopeta.” Yo le dije: “Ni siquiera tienes una escopeta.” Él dijo: “Lo sé, ¡pero voy a comprar uno solo para la ocasión!” Nos reímos. Pero debajo de la risa, me di cuenta de que había una tristeza legítima – una constatación de que su hija estaba creciendo – que no lo necesitaba como antes. Ella ya no era esa pequeña niña que se aferraba a sus piernas como solía hacerlo.

La verdad es que las cosas no permanecen igual, ¿Verdad que no? Los niños crecen. Los amigos cambian. Algunos se alejan. Algunos continúan para estar con el Señor. Nosotros cambiamos. Incluso si queremos volver no podemos. No es así como funciona la vida.

Lo que podemos hacer es apreciar lo que tenemos ahora. Lo que podemos hacer es disfrutar el tiempo que pasamos con familiares y amigos ahora. Lo que podemos hacer es practicar la gratitud por el momento.

Oremos: Oh Dios de siglos pasados, Oh Dios de lo años venideros, nos sentamos ahora en tu presencia dando gracias por todo el tiempo que nos has dado – tiempo con familiares y amigos – momentos de lágrimas y risas, tiempos de dificultades y de alegría. Incluso cuando miramos hacia el pasado, ayúdanos a apreciar todo lo que nos rodea, incluso ahora. Y, que podamos mirar hacia el futuro con esperanza por todo lo que está por venir. Lo pedimos en nombre de Jesús. Amén.

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“El mensaje de hoy fue escrito por mi amigo, el Reverendo Roger Kunkel, q.e.p.d., fundador de Dial Hope (Digita Esperanza)” -Joe

Hoy quiero centrarme en este mensaje de Gálatas 2:20: “Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí.”

Helen Keller dedicó uno de sus libros: “A Anne Sullivan, cuyo amor es la historia de mi vida”. ¿Cuántos de nosotros diríamos esas palabras de alguien que marcó la mayor diferencia en la vida de nosotros? El amor de alguien es la historia de cada vida que se encuentra en la forma en que Dios pretendía que así fuera. ¡Cuantos podrían decir lo mismo de Jesucristo! Su amor es la historia de sus vidas. No pasa ningún día que no den gracias por el que los amó y se entregó por ellos. El amor de Cristo es la historia de lo mejor que hemos sido o hecho.

Oremos: Dios compasivo, gracias por tu amor incondicional a través del regalo de tu hijo, Jesús, que ha marcado toda la diferencia. Ayúdanos hoy a marcar la diferencia dejando huellas de amor, gentileza y esperanza. Tócanos. Sánanos. Transforma nuestra tristeza, nuestro dolor en alegría. En el nombre de Jesús. Amén.

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Hoy estoy profundamente agradecido por la Junta de Directores de Dial Hope (Digita Esperanza) y por todos los que dan generosamente su tiempo detrás de escena para hacer de Dial Hope (Digita Esperanza) una realidad.

Uno de mis poetas favoritos es George Herbert, quien escribió a principios de 1600. Él recibió una educación de élite en Cambridge y podría haber tomado una poderosa posición gubernamental en Inglaterra. En cambio, él ocupó un cargo menor en la iglesia sirviendo como pastor local del país. Él se preocupaba profundamente por los más necesitados, y era muy querido por sus feligreses. También fue un poeta máster.

Su poema El Altar, se basa en gran medida en las escrituras, incluido el mandato de Dios a Moisés para construir un altar usando piedras sin cortar. Para Herbert, este altar se convierte en el corazón humano como en el Salmo 5. Hoy comparto este hermoso poema con ustedes:

Un Altar quebrado, Señor, levanta tu siervo,

Hecho de un corazón, y cementado con lágrimas.

Cuyas partes son como tu mano enmarcó;

Ninguna herramienta del trabajador ha tocado lo mismo.

Es un corazón

Es tal piedra,

Como nada más que

Tu poder corta

Porque cada parte

De mi corazón duro

Se encuentra en este marco

Para alabar tu nombre:
Que, si tengo la oportunidad de mantener mi paz

Estas piedras para alabarte no pueden cesar.

Oh, que tu bendito SACRIFICIO sea mío,

Y santifica este ALTAR para que sea tuyo.

Oremos: Toma mi vida, y deja que sea consagrada, Señor, a ti. Amado Dios, te damos nuestros corazones, te damos nuestras manos, te damos nuestras propias vidas nuevamente este día. A través de Jesucristo. Amén.

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